El término espectáculo como se conoce tradicionalmente, es decir, aquel que se produce para entretener al público ha sido llevado a ribetes insospechados y ha dado o más bien derivado en una versión del espectáculo situacionista si tomamos las palabras de Guy Debrai [1] quien define un espectáculo como un “proceso de virtualización que constituye lo real”[2].
Para dar vida al presente texto tomaremos los antecedentes más actuales y representativos de nuestra televisión chilena explicando y discutiendo desde el análisis del programa de farándula “Primer Plano” de Chilevisión, la trivialización periodística de la televisión en nuestro país.
Los espectadores sintonizamos programas de farándula con el único objetivo de aplacar el instinto boyerista de las sociedades actuales quienes buscan en lo privado la contemplación[3], como es el caso de los programas de realidad, donde las cámaras juegan el papel del ojo escondido.
En el caso del actuar periodístico su rol se banaliza al verse enfrentado a información artificial creada por los mismos personajes artificiales que los programas han creado como espectáculo y se vuelve el periodista tan liviano en su estructura que cae en una categoría que en muchos casos avergüenza al gremio y hay muchos que han renegado de la farándula y terminan inmersos en ella, o por el contrario hay otros que han nacido de ella y renunciado al espectáculo farandulero a grandes costos como la desaparición del medio televisivo.
Para lograr discutir sobre el tema que nos convoca debo dejar en claro que pertenezco al gremio periodístico y es inevitable tratar de justificar algunos elementos que trivializaron el periodismo a través de la farándula.
En nuestro caso de muestra analizaremos un programa de farándula chileno que se emite en forma semanal a través de la pantallas de Chilevisión en horario prime y con una considerable y envidiable cantidad de auspiciadores, lo que me hace pensar que el modo de producción y el capital son muy acertados.
Tenemos en escena a tres animadores con marcadas características, en primer lugar una mujer hermosa, de cuerpo trabajado, bien vestida y de gran carácter; en segunda instancia está el animador formal y conductor del programa quien le da la seriedad y orden necesario al show; para finalizar tenemos al tercer panelista, homosexual, divertido, bien vestido, jocoso e insinuante en sus comentarios.
Hasta aquí nada hace distinto al programa a cualquier otro de la televisión, pero la nota alta sin duda alguna lo dan los invitados, quienes generalmente son estrellas fugaces de algún reality de moda o alguna estrella farandulera escandalosa.
Es en este instante donde comienza el circo romano, que en nada destiñe del original a excepción que el público se encuentra tras las pantallas de su televisor.
Vemos turbas de profesionales periodistas (en su mayoría en práctica profesional) tratando de lograr declaraciones de peleas o pareceres de los personajes quienes necesitan guardaespaldas para salir de alguna discoteque donde realizaron un evento.
Mientras tanto en el estudio otro aparataje periodístico entre reporteros y productores preparan un enlace en vivo con su archienemigo para enfrentar las declaraciones dichas en otros programas de farándulas de horarios menos privilegiados. El protagonismo individual [4] es exacerbado en estos show, elevando a los actores a deidades, sin olvidar también su capacidad para acribillarlos ante la crueldad de bussines show.
Sin duda alguna los más denostados, apabullados y trivializados en su rol son mis colegas periodistas quienes desde todos los frentes son bombardeados con críticas por prestarse a espectáculos tan apabullantes como los de farándulas, pero debo salir en defensa de mis cofrades y decir que cualquiera que sepa de técnicas periodísticas y estructura televisiva no pondrá en duda el trabajo de los periodistas de espectáculo.
Qué es noticia, dentro de temas tan soft es una tarea titánica, hacer extensas entrevistas a personajes huecos es más difícil que entrevistar a un presidente de la república, reportear a altas horas de la madrugada entre golpes, guardaespaldas y fanáticos no es tarea fácil, entonces más que una critica sobre la trivialización del periodismo yo daría vuelta la pizarra y escribiría la difícil labor de un periodismo inmerso en espectáculos de mentira.
La vapuleada labor del periodista de farándula es sin duda la crítica favorita de otros miembros de la industria, pero quisiera decir enfáticamente que las técnicas, los formatos y las emisiones son bien utilizadas y no se diferencian de otra a excepción del tema que los convoca que en este caso es la farándula.
Programas como “Primer Plano”, “Intrusos en la televisión”, “SQP” y “Mira quien habla” son el resultado de la inmersión postmoderna en la que vivimos, lo inmediato, lo relativo y la falta de un marco teórico que se incrusto en la televisión para dar como resultados exitosos programas sin esencia informativa y menos periodística.
El papel del narciso es sin duda poco excluyente de este análisis porque sin personajes como él que buscan ser admirados no estaríamos en presencia de “chicos realitys” que son el alimento de estos eventos y que mejor muestra de atención que profesionales de la comunicación a la espera de declaraciones para salir en vivo para todo el país.
En definitiva la trivialidad de la que es víctima el periodismo de espectáculo está dada por los contenidos de origen que dan vida a los programas y no por el rol del profesional ya sea periodista o no, porque si sometemos a auditoria a los facultativos de la prensa lo más probables es que todas sus aplicaciones estén realizadas en el orden adecuado de acuerdo a sus conocimientos adquiridos.
Entonces volviendo al principio al ejemplo del circo romano, es delito informar aquello que para algunos es masivo, divertido pero dista mucho de ser información relevante. Si tenemos los luchadores triunfadores queremos saber quiénes son y si por el contrario ha muerto algún gladiador el público lo quiere saber.
Pero cómo separar la prensa culta de la prensa de masas, con una “separación neta entre las culturas que allí existen”[5], para Macdonal y para mi está es la conclusión de este relato, no debemos mezclar y prejuzgar labores, espectáculos o cultural si sus niveles pueden variar, puesto que si pretendemos calificar todas las criticas desde el prisma de cultura superior[6] vamos a desencantarnos y sufrir mucho con nuestros espectáculos postmodernos.
[1] Debord, Guy. “La mercancía como espectáculo”,en:La sociedad
del espectáculo. Introducción de la segunda unidad:la sociedad de masas:espectáculo e industria cultural.
[2] Idem
[3] Texto comunicación I Magíster CCSS.Universidad Arcis. Introducción de la tercera unidad: televisión y desarrollo. Página 32.
[4] Fuenzalida, Valerio. La televisión pública en América Latina. Santiago de Chile,Fondo Cultura Económica,2000. Referencia número 39 Texto comunicación I Magíster CCSS.Universidad Arcis. Introducción de la tercera unidad: televisión y desarrollo. Página 32.
[5] MacDonald,Dwight.“Masscult y Midcult”,en Industria cultural y sociedad de masas. Caracas, Venezuela, Monte Ávila Editores,1992,59-140. Primera unidad: emergencia de las industrias culturales. Pag. 107
[6] Idem
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